jueves, 27 de noviembre de 2008

La leyenda del tiempo

El tiempo se apelotona entre agujas cortas, largas, segunderas, se mete entre los engranajes de los más excelentes mecanismos suizos. Precisas máquinas, como preciso es el operario del banco suizo también, que abre la misma puerta cada día a la misma hora mirando a los clientes con cara de hastío. En el fondo está feliz de poder evadirse de su interior hastiado, volcándose en las doscientas evaluaciones de riesgo de particulares que tiene pendientes para la próxima media hora. Totalmente deshumanizado: no está cortándole el gas a esa señora viuda que no sabe leer, en realidad le está ayudando a pagar la hipoteca (de la que él saca su sueldo) para que no le quiten el piso. Y poder prescindir de la humanidad de la otra parte, que no sabe que deciden por ella, le ayuda a ser más eficiente para poder llenar los cajeros automáticos a la hora puntual que marca el protocolo. Llenarlos de números estampados en papel, y más números de tiempo de trabajadores y empresarios, pudiendo prescindir de la humanidad mientras mira su reloj, esta vez digital.
Pensando qué estará haciendo su hijo ahora en la facultad de informática. El pequeño está mezclando los mismos dígitos en forma de matrices y construcciones lógicas que optimicen secuencias sin entrar en bucles infinitos. ¿Infinitos? Como las noches adolescentes infinitas delante del ordenador, codificando su vida en java, inventando el mundo social que su padre sobreprotector no le deja conocer, imaginándose las novias. Para que luego su futura jefa, que se parecerá horrores a su fantasía porque inventando inventando le salieron todas homólogas para las funciones básicas, le diga que mejor que no sean infinitos, ni los bucles ni las noches, porque los proyectos se entregan mal y los ordenadores se cuelgan y hacen perder su tiempo a los usuarios y a los clientes. Y perder tiempo los enfurece, y obliga a la jefa a dar la cara, enfrentándola a ellos. Y no sabrá el pobre en su primer trabajo que las mujeres no se enfrentan, ni tampoco que los clientes repiquetean con cierto sentido del ritmo encima de la mesa mientras se van enfureciendo.

Precisamente porque no sabrá nada de nada y estará en esas nubes infinitas de su mundo creado, podrá darse cuenta de que el tiempo se organiza bien al son del repiqueteo del cliente que se enfada. Se acompasa a cierto pálpito interior, y lo lleva a un sueño, con un velero que flota en sus nubes en las que ve flores oscuras en el fondo, y las redibuja bellas con las yemas de sus dedos como le enseñó el abuelo bohemio y avergonzante de la familia que hacía años que murió, fundiéndose así el sueño y el tiempo, flotando, repiqueteando en el corazón del sueño.

En lo que tarde el autobús en llegar a casa, se verá a sí mismo en la puerta de la cocina con el primer despido y con la madre, que curiosamente no se parece a la proto-mujer que se inventó porque no ve las mismas funciones en ella. Está allí como una flor oscura en el fondo, entre los fogones y la pila de los platos. Podría redibujarla con la yema de sus dedos y convertirla en la más bella de todas las flores... pasando tiempo con ella por ejemplo, enseñándole a leer por si se queda viuda que no le corten el gas, que es más fácil tramitar un corte de gas que embargar un piso. Estás notando algo distinto, ¿verdad, pequeño inconsciente?

Y el padre encima suyo, decepcionado por el despido, que le habla de centrarse en invertir su tiempo en conseguir tiempo de empleado o de empresario, y de la fuerza en la deshumanización, como su propio ejemplo de persona, que también se movió alguna vez al son de un veneno del que va aprendiendo a protegerse. Porque si Federico y Camarón murieron era por que así tenía que ser, para olvidarlo, o para recordarlo protegiéndose de esas tendencias de gays y de gitanos... está todo en orden ahora, y que se quede así, hombre, que su trabajo ha costado. Eso le dice el inconsciente del padre al inconsciente del hijo. ¿Lo notas, pequeño inconsciente? No tan pequeño ya, papá, ni tan inconsciente.

El padre le plantea al aún ligeramente inconsciente y pequeño dos opciones a seguir:
· O se queda y relega el sueño del tiempo a una leyenda, ...
· O se marcha y convierte esa concepción del tiempo que le intentan inculcar en una leyenda y vive el sueño del tiempo que le nace del corazón. (ésta no se la explica demasiado bien)

Y en el sueño se marcha, peregrinando casi en una huida hacia su interior, a buscar quienes eran esos que le nombró su padre, a ver en qué deben de parecerse a él.

De la misma manera que me quedo yo soñando que me lo encuentro en Viet-nam y me enamoro de su búsqueda y quiero acompañarlo hasta ver qué grandeza tiene dentro... Y como es un sueño me quedo escribiendo sobre esta leyenda que no es más que mi tiempo invertido en el tiempo de los demás. Sí, sí, invertido en tu propio tiempo.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Sola II: Cuidado con lo que se desea.

Para no sentirme sola, me imagino viviendo en mi espacio con todas las personas que me importan. Están ahí a todas horas, escuchando lo que me pasó durante el día, contándome su vida pidiendo consejo, riéndonos, con la agenda llena de citas de amigos que no pueden dejar de salir de fiesta porque no saben qué hacer en su casa y distribuyendo las tareas domésticas entre todos... Y veo como pintan mis paredes, como cambian las cosas de los estantes, como hacen comidas incomibles que hay que engullir y sonreir luego como si fueran deliciosas. Cansadísima de tanto salir. Además, poco a poco van trayendo sus enseres, los van amontonando en las habitaciones y luego en mi cuarto, encima de mi mesa, debajo y encima también de mi cama. Tapan la ventana y todos los huecos de la pared están llenos de estantes con más y más cosas, hasta que yo misma he de hacer un curso de escalada para poder encontrar un hueco entre las estructuras apelotonadas. Saludo a mi gata desconcertada subida a un montón, que me reprocha con un maullido no tener un hueco en su sofá; y los hámsteres no salen de su casita para no ver este espectáculo. Así, paso ese montículo y llego a la otra punta de la vivienda, donde tengo mi ordenador y un espejo de cuerpo reaprovechado de un armario. Me devuelve mi imagen: asfixiada.
Pero hay algo distinto al otro lado del espejo. No hay nada detrás de mí, no están los artefactos variopintos que me han quitado mi espacio vital. Estoy allí sola, con la mochila de fotógrafa tirada en medio de la habitación. Doy un paso hacia esa realidad paralela, buscando espacio respirable, y me fundo en mi persona simétrica. Estoy al otro lado. Es un poco extraño notar el sentido de la derecha en la izquierda, pero allí entra la luz del día por el cristal de la ventana y me compensa. Digo “hola” al aire y rebota el sonido del eco contra las paredes, ahora desnudas y libres. Me acerco a mi mochila, la recojo y veo que debajo hay un billete a mi nombre con destino a Viet-nam. Y me siento tan, pero tan feliz, que cojo la chaqueta cruzada de mis viajes, mi palestino, y salgo con lo puesto en dirección norte, esperando encontrar lo que creo que antes era el sur.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Las diversiones de una arpía

La sensación de estar sola te inunda. Y no haces cómo yo, que me fumo un cigarro, noto cómo me va quemando y matando ligeramente y me siento purgada por lo que hice para estar así. No, tú no haces esto. Porque rechazas la idea de merecerte la soledad.

Te distraes apresando, moviendo hilos desde las sombras. Siempre protegida, crees tenerlo todo cuando te miran con ojitos enamorados, cuando no pueden vivir sin ti. Así los posees, son tuyos. En tu nido de araña los envuelves en esa seda peguntosa que no vale para tejer pañuelos orientales con dibujos de mariposa. Sólo vale para ensuciar los rincones por los que algún perdido se atreva a arrastrarse. Se dejan envolver por tus habilidades, muy efectivas, entrenadas exclusivamente para esta tarea. Te quedas con lo más agradable de sus vidas y les haces sentir rechazo por su propia parte complicada. Lo mejor de los demás es para ti, porque te lo trabajas así de bien. Qué nivel tan supremo. Cómo consigues hipnotizar y borrar lo que hay antes y después de ti en sus vidas. Excelente.

Y de repente dejas de ser una araña asquerosa en la percepción de los demás. No importa que tú sepas que lo eres, lo que cuenta es que nadie se entere. Poco a poco, en tu mundo serás lo que no puedes ser en la realidad, aunque tengas que apartarlos de sus vidas. Son tuyos, para que te realices con un mundo paralelo donde tú eres lo mejor que se creó. Así, la misión de tu vida es ir atrapándolos a todos en tus tinieblas.

Hasta cuándo...

El día de mañana, habrá alguien resistente que se dará cuenta de tu naturaleza. Y en lugar de atarse a ti, se meterá dentro de tus hilos, para darte veneno adictivo. Para hacerte creer que es una presa más y acabar siendo tú la cazada. Convertida en su herramienta para... ¿algo?

O quizás eso no llegue nunca, porque odiar tanto a un ser tan despreciable te llena de amargura. No merece la pena. Quizás cuando los tengas a todos apresados y anulados, simplemente te encuentres sola, sin nada que hacer, ignorada por la vida un día detrás de otro. Te quedarás saboreando tu autodestructividad en la eternidad oscura que reservaste para todos los demás. Pero irremediablemente sola con tu miseria, deseando morir.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Antikaraoke

Ahí está el chico del pelo largo del otro día, mirándome otra vez. Es el humo lo que no me deja ver bien... el humo de lo que el canario cultiva en la terraza. Rock & roll!! Porque como yo colaboro con el departamento de fisiología vegetal te puedo ayudar a mejorar esto. Los del fútbol y las bravas también están ahí, levantándome arriba, para que pueda ver al que imita tan bien a ACDC. Hola guapa, creo que nos conocimos el lunes pasado. Y una chica también desconocida me abraza pegadísima para que baile con ella. Estudiante de medicina, que trabaja en el banco de sangre, ¡¡Vaya vampiro!! Por cierto, te buscaba para invitarte a una wolldamm. Ah, gracias. Toque de botellas y más más rock. Sí.

En el fondo del local estás besándola. ¿Qué haces loco? ¿Qué importa ya el pelo largo, ni las bravas, ni el rock, ni el humo, ni el canario,..? Quiero salir de aquí. Está lleno de gente. Solo puedo salir para adelante... Me subo al escenario y entonces me doy cuenta de que quiero ser cabaretera, de que tengo la voz, el carácter, el ritmo, el sentido del humor y el espíritu crítico y rebelde: "Come! Here the music play!"

Y ya no estás. Sólo estoy yo, rodeada de mí y de mi mundo del cabaret, de mi éxito donde yo soy mi estrella. Eufórica.

Espera, sí que estás. Allí, en el fondo, intuyendo la película que nunca viste, echándola de menos sin saber si te gusta. Relamiéndote de amargura. Ella se está enfadando y se va a marchar si sigues mirándome así. No quiero ver el espectáculo patético que estás dando y miro hacia otro lado.

¿Cuánto tiempo? ¿Cómo tú por aquí? Mira, que me gusta el rock. No sabía que cantaras tan bien!! Ni yo misma lo sabía. Venga, vamos arriba, que te invito a una wolldamm. Y ese Freddy ahí está, dándome la razón.

"Show must go on!"