domingo, 31 de mayo de 2009

Estomas

Un soplido frío, sin ropa, en contacto directo con todo el ambiente que me rodea. Sí, hace frío. Los grillos se callan de golpe y el marco estrellado empieza a romper su impenetrable negrura tenuemente. Un silencio sepulcral: los animales de la noche se van a dormir, los de la mañana no han despertado, no hay vida animal. Es el momento de las plantas, entre tanto silencio se las oye abrir los estomas para cambiar su respiración. Y viene. En la orilla más extrema del horizonte empieza a cambiar el azul hacia lo anaranjado. Viene el sol rojo, naciendo delante de ese palco expectante.

Sí, sí, estoy en medio de todo eso sin ropa, helada, justo en el borde de un abismo cualquiera de un país desconocido. La verdad es que no se pasa exactamente bien, es incómodo en muchos aspectos. Pero por otro lado es un momento especial que merece la pena sentir. Enseguida con la luz se levantan otros animales, y se ven los puentes que están justo al lado y llenos de gente que cruza. Van y vienen sobre el abismo como si nunca hubiera sido de noche, sin saber lo que es un amanecer, sin plantearse lo alto que está eso, sin darse cuenta. Y la reflexión sobre mi propio crecimiento personal,... y más cosas sobre autoayuda y de los cuentos de Jorge Bucay que quieren ser tan útiles para sonreír sin motivos materiales.

Pero yo personalmente, me quedo con el ruidito de los estomas. Único. Con una buena mantita mañana vuelvo y todo.

lunes, 25 de mayo de 2009

Flamenquiterapia

Bueno, después del post de descuatriblamiento de la personalidad, ahí va otro un poco más cuerdo:

Entra el sonido de la guitarra, acariciando el alma. Se acompasa a los latidos de mi corazón y poquito a poco se apodera de mi. Ya no hay nada más que la melodía matemática. Describe algo bonito, como el agua cayendo. Y luego se enfada de repente, con un amasijo de fuerza que me imbuye un remolino por dentro. Fuego que sale, sin poder evitarlo. El suelo es el que paga la furia bajo mis tacones. Las paredes temblando son las que transmiten la rabia que fluye con una forma precisa explicándolo todo. No es solo eso: mis manos siguen ahí en ese agua, modelándola. Y lo antiguo sale de la madera del tablao para acabar de matizar lo que llevo dentro y me llama. Me deslizo a su lado, como ven los que están delante: ya no soy la niña mona, ya nadie sabe quién soy porque la mirada poseída no sabe más que de lo que nadie conoce, de lo que nadie recordaba ya... más cerca que nunca de mí misma.

El último estruendo me lleva al final. Ya vuelvo a notar mi cuerpo, cansado pero ligero, y mi cabeza está fresca. Otra vez yo, y nadie sabe donde he estado. Pero cada vez que voy allí en un baile vuelvo renovada.

lunes, 11 de mayo de 2009

Duplicados y pérdidas

Los archivos se guardan en dos dispositivos distintos para que no se pierdan. Se hacen copias de los libros importantes y el original se guarda en un sitio seguro. El ADN también se copia a ARN para que no se dañe.

Y así me siento yo: un dato confidencial, un incunable, una mejora genética imposible, una tecnología punta. Así debo de ser yo cuando el veintiocho de mayo he de presentarme a tres exámenes del mismo curso, de diferentes asignaturas, y también al trabajo oficial en algún momento del día. Y rendir a cuatro bandas, sin contar con la vida personal que también exige su parte. Todos pidiendo resultados, todos demandando. Por no hablar de las ciscunstancias que se apoyan en estas batallitas cuotidianas: si se va el trabajo, se va una cantidad de cosas detrás que nadie se imagina.

¿Dónde están mis cuatro clones que han de cubrirme mientras me meto en una urna de cristal para no desaparecer? Porque si no funcionan ahora que tienen trabajo, ¿para qué los han fabricado? La verdad es que llevo sin entablar contacto con ellos desde hace un par de exámenes y ahora no sé si están de vacaciones o llevando a cabo algún que otro derecho laboral que acatan desde que intuyen que son humanos. O quizás es que nunca estuvieron ahí y solo fue suerte hasta ahora.

El caso es que me veo cuadruplicándome como cualquier otro mortal ante la adversidad. Es decir, dividiéndome entre cuatro, partiéndome, perdiendo tres terceras partes para cada uno de los frentes, desprogramando el setentaicinco por ciento de mi alma y convirtiéndolo en un amasijo de ceros y unos sin sentido que ni los servicios sociales pueden interpretar, mucho menos reconstruir. Me veo perdiéndolo todo en una carta, en un solo día.