viernes, 7 de enero de 2011

Enlazando realidades


"Mëngjes i mirë, mjaltë. Ne kemi tashmë." Con estas palabras me despierto en el barco que me lleva de vuelta a mi isla. El niño que se ha dormido en el mismo sofá que yo, cabeza con cabeza, estaba jugando con su hermana unas horas antes, mientras yo estudiaba en la mesa del lounge. Miró mi ordenador mucho rato y me miró a también. Cuando pasan las doce de la noche y todos los que no hemos pagado por camarote dormimos allí donde llevamos afincados un rato, el niño cae rendido a mi lado y cuando yo me acuesto de vez en cuando estira los brazos y me acaricia la cara como jugando. Podría pagar por un camarote y ahorrarme estas cosas, y la molestia del olor humano de vete a saber qué historia dramática y real que lo envuelve todo. Pero fabricarme una burbuja no es mi estilo, no me siento ni mejor persona ni más protegida, así que prefiero impregnarme de unas horas de romanticismo lírico en las que atribuyo a las caras y a las ropas guerras y penurias. Ahora la madre lo está despertando para arreglarlo antes de desembarcar. Me es difícil identificar el idioma con esa fonética tan nueva para , que además se encuentra en todos los rincones de la cubierta y allí donde se puede dormir.

"Yo soy de Albanía". Estaba en casa de Ángel, en Noruega, cenando con los del mercado de pescado cuando me dicen que se llama Olsy porque lo mira todo. Sonrío por la broma y mientras me acerco el vino a la boca, Ángel me lo explica mejor: "All see, significa todo lo ve, sabes? Lo va mirando todo sin decir nada, lo entiendes? Porque quiere aprender más." Extrañamente, Olsy se da cuenta de que ya había entendido la broma, ya me había reído y ya estaba pensando en otra cosa. En este caso pensaba en cómo era él desde hacía rato. Y sin importarle que yo tuviera seis años más que él, con todo lo que trabajaba y lo que se organizaba, con todo lo que él valía como persona ya desde tan pequeño, me emborrachó comprándome tres botellas de vino, compartiéndolas con todos y brindando más y más conmigo en una fiesta sin fin. Hasta que me llevaron a casa entre Ángel y Sergio porque me daba miedo pasar por el parque de los yonkis de Bergen sin poder mantenerme del todo en pie. Los yonkis en Noruega merecerían un post a parte por lo buenas personas que son, y no es irónico.
"Qué hiciste ayer, Olsy? Porqué no viniste con todos a la fiesta que di en casa?" "Porque me emborraché solo." Y se enfadó bastante por no tener una especial dedicación a él. No se puede hacer feliz a todo el mundo. Al menos no de la misma manera. Y es triste.
"Me marcho a los States. Mi vuelo sale esta noche. Sin movil, sin e-mail, sin facebook.
Solo, para empezar de nuevo. Un abrazo." Lo miro, lo reconozco, y le quiero decir lo que vale antes de que se marche para siempre. Se pone rojo, se enorgullece de mis palabras, sobretodo porque se lo he dicho delante de todos, y me abraza por primera y última vez. Lo beso ligeramente, cosa que no hace daño a nadie y regala muchísima felicidad, que veo reflejada en sus ojos llorosos.

Cuando me despierto antes de llegar a la isla en la que me refugio ahora, extrañamente me acuerdo de Noruega y de Olsy, y me imagino su vida en los States como un chico que ahora tendrá ya 22 años y tan guapo y completo como persona, rodeado de lo que se merece. Se parece tanto al niño que durmió a mi lado en el barco que es imposible. Por estas cosas me alegro de no pagar un camarote que me aísle de lo que vivo y de misma.
Ju jeni paharrueshme, Olsy.
Entonces, la misma imaginación que atribuye guerras a las caras, se posiciona en uno de los bandos, que acostumbra a ser el desprotegido, y se alegra enormemente de que el exterminio se considere inmoral en mi sociedad y de que por el momento esté prohibido.