martes, 25 de marzo de 2008

Magia

Me gusta cocerme a 38º C en un manantial natural mientras cae la nieve fuera. El vapor me da en la cara mientras una ventisca de hielo se derrite unos milímetros antes de tocar mis hombros. Cuento las estrellas enmarcadas en el valle fluvial. El sonido del agua cayendo y la vida que rodea todo mi cuerpo me relajan y estimulan a la vez. Al salir, el cuerpo ha almacenado tanto calor que no se nota el frío ni siquiera en el camino hasta la cabaña.

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