sábado, 15 de marzo de 2008

Infierno y cielo

Martillos que repiquetean en la oscuridad. Toc - toc- tic - tic - toc, en un zumbido sordo. Van clavando pequeños clavitos, tic - tic - tic. Los van clavando en el cerebro. Tic - tic - tic. Chinchetas, astillitas metálicas... Suena el politono PIPIRIPI... TIC - TIC - TIC. Clavos grandes de acero. PIPIRIPIP .... TOC - PLOC - POC. Que pare, por favor!!! PIRPIRPIPIP... Los clavos suben desde la mandíbula y se clavan en el hipotálamo, PIPIRPIPIP de acero frío penetrando y ahondando,... PIPIRPIPIPI. Voy a colgarlo... Breves instantes de paz. Otro clavo metálico. Un zumbido intenso de fondo y los clavos helados siguen hundiéndose. El cerebro es como un mercurio líquido y frío que se desliza por el bulbo raquídeo, bajando por las cervicales hacia la médula.

- Cariño, aquí estoy. No hables, no abras los ojos. Solo deja que te dé ésto. Son unas ampollas de nolotil. Te tienes que tomar las dos y ponértelas debajo de la lengua unos segundos.

Desde un lugar lejano y próximo a la vez una sensación infinita recorre los brazos y las piernas. TOC - toc - tic - ti... Es un cielo en el atardecer, con una luz que llena todo el cuerpo por dentro. Puedo abrir los ojos de nuevo, puedo mover mi cuerpo muy lentamente. Pero estoy agotada, no quiero moverme. Quiero quedarme en esa mecedora en un porche bucólico, como una abuela centenaria que no tiene ya preocupaciones. Intento atisbar en el horizonte y me encuentro con el azul cielo de tus ojos salvadores.

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