domingo, 28 de junio de 2009

En familia

En el culo del mundo, a punto de pisar el máximo ángulo de curvatura de la tierra, entre salmones, fiordos, sol de medianoche, hielo, frío, taiga... En medio de todo esto existe un mercado. Es como en la época medieval. Está lleno de vikingos rubios e inmensos que hacen el pirata de nuevo, al lado de las casas de la liga hanseática. Y los comerciantes vienen de todo el mundo, a dejarse llevar por la compulsión consumista. En cinco idiomas sonrío, convenzo, doy a probar la mejor calidad de los productos de la tierra. Nunca creí saber tantos idiomas. Sobretodo se vende a los que vienen de más lejos. El exotismo se paga.

Pues en este mercado estamos todos. Sí, sí, todos. Los sicilianos que no tuvieron necesidad de emigrar a Estados Unidos representando aquí la Cosa Nostra, el profesor de ruso eminencia de la universidad de Torino, la chica de albacete que sale por la tele en “albaceteños por el mundo”. Más cerca aún: el chico de la plaza Mossén Clapés que va al casal de mi barrio, la chica de la calle de mi abuela que creció conmigo, la que estudia en mi universidad y está un año de erasmus aquí trabajando justo en mi mismo puesto, y conoce a todos los puñeteros amigos de la uni. Y rozando ya el surrealismo: también el señor Ríos Picazo, que es amigo de la infancia de mi abuela en Granada, primo mío segundo de una família que nunca conocí más que de oídas y en un pueblo en el que seguro que me siento como en casa más que en casa... cuánto salmón se llevó el hombre, que se hizo una foto conmigo y todo.

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