domingo, 18 de enero de 2009

Monocromo

El agua del suelo huele a amoníaco y a alcohol. Como también huelo yo a alcohol. Soy una parte del suelo, una piedra romana o gótica, pisoteada sin que nadie se altere, lavada y esculpida por la lluvia durante miles de años. Observando en mi hieratismo: las putas, el frío, los yonkis, las mantas de los inadaptados, la frivolidad del resto del mundo que pasa por al lado sin mirar, pero disfrutando de estas atracciones turísticas para la noche en el casco antiguo, fotografiándolas entre una cerveza y unos chupitos de tequila, pereza para empatizar, egoísmo. Es la luna que se refleja en el agua tirada por los barrenderos una luz en blanco y negro que ilumina esta imagen de la humanidad. Es ese agua llena de luna que se filtra hacia el interior de la piedra que soy y me ablanda. Pierdo la rigidez, resurjo del suelo arcaico recuperando el extraño cosquilleo del movimiento. Y así puedo caminar hasta mi refugio para esconderme de esta realidad, con un resto de basalto en el interior al que no ha llegado el flujo de la luz. En ese núcleo duro, prefiero estar borracha de alcohol que de consumismo. Pero en realidad, no dejo de ser una débil viciosa adicta a mezclar ambos fluidos. Bipolar, en blanco y negro. No puedo soportar ser tan dura, no me sale.

Por cierto, también soy un desastre para estas cosas: feliz año.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ande, ande, no se me ponga trágica. Anímeseme.

Agnodice dijo...

Bueno, es una observación social. Pero sí es cierto que hay etapas en las que una está más etresada o algo y tiene el punto crítico más sensible. También es necesario estar así a veces para ser una persona íntegra, ¿No? Un saludo!!