martes, 15 de julio de 2008
El gallinero
En el corral hay mucha monotonía. También hay mucho tiempo libre. Esto son dos factores que pueden combinar de manera peligrosa entre las gallinas. Por eso, es necesario ir improvisando en pequeñas diferencias que desvíen la atención y reduzcan el riesgo. Ni siquiera te lo planteas, pero de repente, te viene un recuerdo de algo visto en una situación similar: un toque en la puerta, mientras estas en el lavabo descansando del descanso, y sin darte cuenta introduces una frase nueva en el corral: "ocupado". ¡Qué emoción! Alguien anónimo detrás de esa puerta tiene la educación, el saber estar y la cortesía de decir "ocupado". El primer día es de emoción, todo el mundo lo quiere probar. Quieren ser protagonistas y romper su rutina con sus recién adquiridos buenos modales: "ocupado" en voz de secretaria dócil y casamentera, "ocupado" en voz de seductora, "ocupado" en clave de fa. Hasta que pasa un mes y lo nuevo empieza a ser habitual. Esa palabra te persigue cada vez que te estas a punto de mear encima porque te enganchó un cacareo largo en el último momento, cuando la chica que se lava las manos, ya meadita, dice "esta ocupado", vanagloriándose de su cultura ante ti. Y saber que eres tú la primera que les dio a conocer esa palabra te va destrozando la conciencia en pequeños pedacitos.
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